Personajes:

Ernesto Díaz Osorio

Gabriel Petey

Ernesto Díaz Osorio (de pie) y Gaspar Gonzalez Ubilla
Ernesto Díaz Osorio (de pie) y Gaspar Gonzalez Ubilla

ERNESTO ANTONIO DÍAZ OSORIO

1934-2005

 

Ernesto Díaz Osorio: Nació  el 06 de Agosto de 1934, fue un campesino, Agricultor, dirigente Vecinal  y Presidente Nacional de la Confederación de Asentamientos de Chile. 

 

 

TESTIMONIO DE    VIDA

 

          El señor RAFAEL MORENO.- Señor Presidente, ocupo esta tribuna con el objeto de rendir homenaje a una persona que falleció hace pocos días. Se trata de don Ernesto Díaz Osorio, campesino de Peor Es Nada, comuna de Chimbarongo, quien desde muy joven, siendo inquilino de esa zona, comprendió, con una lucidez muy extraña, que se avecinaba un cambio muy profundo en todo el sistema social de la agricultura chilena.

          Este inquilino, que vivía en uno de los fundos expropiados en esa comuna, rápidamente fue elegido presidente de su asentamiento. Se hizo cargo, junto con sus compañeros, de la transición de un sistema. La mayoría era analfabeta. No existían escuelas. Ganaban un salario pagado no en dinero efectivo, sino en especies. Con una dignidad muy profunda y con valores muy arraigados en su visión de vida, no creían que  fuera  posible  una  trasformación   como  la  ocurrida  en  la etapa en que les tocó vivir.

          Ernesto Díaz llegó a ser Presidente Nacional de la Confederación de Asentamientos de Chile -los que en un momento llegaron a ser 1.800, destacándose por orientar a sus compañeros hacia la necesidad de capacitarse para trabajar en un proceso extraordinariamente complejo, sin odio, sin resentimiento, sin violencia, pero guiados por un principio muy claro: todo ser humano, aunque no hubiese recibido educación y vivido por un largo periodo en un sistema semifeudal, merecía una oportunidad para alcanzar una vida digna.

 
        Encomendado por sus compañeros, presentó, el 28 de julio de 1967, el texto de la Ley de Reforma Agraria al entonces Presidente de la República Eduardo Frei Montalva, para que la promulgara. Después de prácticamente dos años y medio de debate en el Parlamento, esta normativa legal adquiría su característica oficial, al ser denominada ley Nº 16.640.


         Se hizo cargo de su asentamiento y fue uno de los pocos que logró resistir el cambio de gobierno. Encontró una fórmula que permitió a muchos de estos campesinos permanecer como propietarios, pese a estar privados de créditos, de asistencia técnica, de apoyo. Muchos de ellos tuvieron que vender sus parcelas, producto de las deudas que debían pagar y de la falta de créditos para sobrevivir. Entregaron sus terrenos a precios viles: algunos por una camioneta; otros por pequeñas situaciones que todos conocemos.

          Y quedaron desamparados. Ernesto Díaz tuvo la capacidad y la visión, junto con otros compañeros de su zona, de resistir la presión que se ejercía sobre ellos para que se desprendieran de sus tierras. Y comprendió que el destino de él, de su familia y de muchos otros estaba en hacer cualquier sacrificio a fin de defender lo que la ley había puesto en sus manos. Se endeudaron para hacer plantaciones de manzanos. Se endeudaron para rectificar canales. Se endeudaron para levantar pequeñas infraestructuras que les permitieran vender sus productos en mejores condiciones. Y pasaron por vicisitudes enormes. Soy testigo de ello, por la vinculación personal que mantuve desde esa época con su familia y con muchos otros campesinos de la Sexta Región.

          Y logró sobrevivir. Gracias a su gestión, se renegociaron las deudas derivadas de los créditos por los manzanos. A algunos se les indujo, equivocadamente,  a  plantarlos  en  terrenos no aptos. Pese a  todo, logró una solución.

          Con posterioridad, manteniendo su propiedad, se hizo cargo de la presidencia de la junta de vecinos de su localidad, en el sector denominado hoy  La Platina, al interior de la comunidad de Peor Es Nada, en la parte sur de Chimbarongo. Y tomó en sus manos la responsabilidad de arreglar un canal llamado "Quintano". Lo que los grandes y medianos propietarios no habían sido capaces de hacer, este hombre modesto lo hizo. Logró regularizar el canal y consiguió los créditos para limpiarlo. Así, se abastecieron de agua no sólo las parcelas de los pequeños agricultores, sino también las de otros propietarios que se incorporaron a esa zona o que tenían predios que se beneficiaban con el canal.

            El tiempo pasó y este hombre fue elegido, por su vocación de servicio, presidente de todas las agrupaciones de la tercera edad de Chimbarongo. Son más de 45. En ese periodo, motivó a la gente para crear condiciones de apoyo y respaldo para los ancianos, precisamente cuando se dictaba la nueva ley que fomentaba el desarrollo de este estamento etario de nuestra sociedad.

          Enfermó hace algunos meses producto de un tumor cerebral. Lo acompañamos en todo el proceso. Fue operado.                                  Pero, desgraciadamente, no tenía remedio.

           Sin embargo, aquí surge el segundo elemento que deseo destacar en esta intervención ante el Senado de la República.

 
           Este hombre, con una gran fe y un espíritu cristiano muy profundo, supo que iba a morir. El diagnóstico de los médicos del Instituto de Neurocirugía y el resultado de la operación fueron claros y determinantes. Entonces, él se refugió en el seno de su familia. Fue padre de ocho hijos (siete mujeres y un hombre), los cuales han salido adelante. Todos tienen estudios y han progresado gracias al espíritu que les inculcó su padre y al esfuerzo que dedicó, junto a su esposa, para hacer de su familia un ejemplo realmente sobresaliente en la vida de la comunidad.

 
           Por ello, cuando llegó el momento de su muerte, fue acompañado por una gran cantidad de gente. Yo también estuve presente. Incluso lo visité antes de ello; por eso, soy testigo de lo que aquí estoy declarando.
¿Por qué he querido referirme a esta persona en el Senado? Porque Ernesto Díaz Osorio es una página de la Historia de Chile. Para muchos su nombre puede ser hasta desconocido, pero constituye un hecho relevante de la historia patria y una evidencia de cómo gente modesta, gente simple, gente sin pretensiones económicas, ni sociales, es capaz de contribuir a la vida de nuestro país, en la medida en que son coherentes y consecuentes con sus valores y principios.

 

          Por eso, en nombre de la Democracia Cristiana, Partido en el que militó Ernesto Díaz -éste no es el motivo que me impulsa a hablar acerca de él esta tarde-, e interpretando a los miles de campesinos y dirigentes que lo acompañaron en su enfermedad y en su funeral, y en mi nombre, como Senador de la Sexta Región -en la cual tuve el privilegio de conocer a este gran hombre-, dejo constancia de esta intervención en los anales de la Historia de la República como testimonio de la figura, de los valores, del criterio y de la personalidad de Ernesto Díaz Osorio, a quien este país tiene mucho que agradecer. Fue un hombre sencillo -simple para algunos-, que tuvo la capacidad de ayudar a construir la dignidad no sólo de su familia, sino de miles de campesinos chilenos, quienes hoy día pueden mirar un futuro mejor, con el término del inquilinaje gracias al esfuerzo de ellos y con el término de una etapa de la Historia de Chile donde hubo una rectificación y se dio una oportunidad a estas familias.

           Señor Presidente, es cuanto deseaba manifestar esta tarde en el Senado de la República. He dicho.

           El señor LARRAÍN (Presidente).- Muchas gracias, señor Senador, particularmente por recordar una historia tan ejemplar y un testimonio de vida que bien valen la pena dejar consignados en la historia a través del registro de archivos de esta Corporación.

            Aún resta tiempo al Comité Demócrata Cristiano. No hará uso de él. Tampoco intervendrá el Comité Unión Demócrata Independiente.
Habiéndose cumplido su objetivo, se levanta la sesión.
Falleció el  22 de febrero de 2005

-Se levantó a las 19:31.  

Manuel Ocaña Vergara, Jefe de la Redacción.

 

 

Extraído del Diario de Sesiones del Senado, Sesión 31ª  Ordinaria, martes 01 de marzo de 2005, legislatura 352. 

Intervención de Rafael  Moreno, senador de la Republica de Chile.